El 2 de agosto, luego de los destrozos causados por el temporal, mientras algunas Hermanas de María y trabajadores se encontraban retirando las cosas del interior del Santuario, llegaron miembros de algunas de las comunidades que viven en Bellavista y, de manera espontánea, surgió el anhelo de custodiar un símbolo del Cenáculo.
De esta forma, uno a uno, se llevaron el tabernáculo, la corona, a San Miguel Arcángel, el Espíritu Santo, San José y la Cruz de la Unidad. Se corrió la voz y aparecieron otras comunidades que, con el mismo propósito, acogieron en sus casas los símbolos que aún quedaban, como a San Pablo, la Luz Perpetua y la mirada del Padre.
“De este modo, el Santuario, se ha prolongado de forma tangible a distintas capillas y Santuarios Hogar de varias comunidades, como queriendo invitar a cada uno – según su propia originalidad e identidad – a la reconquista espiritual de nuestro Cenáculo. Es una preciosa oportunidad que la Divina Providencia nos ha regalado para acompañar la renovación del Santuario, a través de la renovación personal y comunitaria expresada en el símbolo que cada comunidad escogió. Así, al finalizar las obras, todos estos símbolos serán devueltos al Santuario renovados por la entrega, por las vivencias de esos meses y cargados con el Capital de Gracias de cada uno… renovación por renovación”, comenta la hermana Josefa María, administradora de Bellavista.
El arcángel San Miguel

Una de estas comunidades es el Instituto Nuestra Señora de Schoenstatt, quienes afirman tener una fuerte vinculación con el arcángel San Miguel.
“Para llevar al padre a Roma, hicimos una alianza con los santos y es él quien lidera esta cruzada. Tenerlo con nosotras, que nos pueda acompañar en nuestras Misas y oraciones, y nos proteja, ha sido una experiencia muy linda,” comenta Patricia Sierra.
En la foto: El arcángel San Miguel en el Instituto Nuestra Señora de Schoenstatt.
San Pablo
Una experiencia similar comparte la Federación de Señoras de Schoenstatt. “Recibimos a San Pablo el 9 de octubre. Un curso de nuestra federación peregrinó desde el Santuario hasta la Casa de la Misión, como una manera de unirse a su espíritu misionero. Ese día hicimos una vigilia, y al día siguiente, una misa con toda la comunidad”, recuerda sobre le día que lo recibieron, Magdalena Ossandón, a cargo de la Federación de Señoras.
“San Pablo es el patrono de la federación y representa el espíritu apostólico universal que queremos conquistar. Tenerlo con nosotras ha sido un gran regalo, nos impulsa a conquistarlo espiritualmente y a estar más cerca del Santuario”, comenta.

En la foto: Parte de la comunidad, la Dirección Nacional y Direcciones Regionales junto a San Pablo.
Hermoso y trascendental lo que está ocurriendo. Es increíble como el Señor busca los caminos , para acercarse a nosotros en todo momento. Bendito sea el Señor